Cuando el caso fue cerrado, la jueza Guzmán Morales regañó a la madre de Katya, insinuando que por su culpa la niña había sido violada y asesinada. Meses más tarde, esta jueza recibió una sanción de la Corte Suprema de Justicia por su actuación en el caso y su actuación en contra de la madre de Katya.
La fiscalía tenía un año para presentar más pruebas en contra del abuelo de Katya y los dos empleados… y para reabrir el caso. No presentó nada. En octubre de 2001, la jueza decretó sobreseimiento definitivo y desde esa fecha el caso está archivado.
¿Que Sabian Edwin Miranda (Jefe de Seguridad de Armando Calderón Sol) y Godofredo Miranda (Subjefe de la Dirección de Investigaciones Criminales), ambos presentes en la escena del crimen, sobre el mismo Calderón Sol o su gobierno para que los protegiera tan descaradamente?. Es hora de preguntarle a Calderón Sol.
En la administración de Belisario Artiga, la Fiscalía cometió errores como el de ordenar la reconstrucción del crimen sin tener la facultad legal para hacerlo. Según la legislación, la reconstrucción de un crimen sólo la puede ordenar un juez.
El Faro intentó conocer la versión del ex fiscal Belisario Artiga pero este se excusó diciendo que ya no le compete el caso. También se intentó conocer si la Fiscalía reabrirá el caso en el último año de vigencia, pero el actual fiscal, Félix Garrid Safie, según la oficina de prensa de la fiscalía, está evaluando dar una declaración.
En la Playa San Blas, los lugareños dicen que el caso es tan fácil de resolver como así de fácil fue que las olas limpiaran la escena del crimen. A Katya no se le tomaron muestras de ADN en las uñas sino hasta la velación de su cuerpo. El blumer que llevaba puesto desapareció. La tienda de campaña, junto a su ropa, se quemó el 31 de diciembre de 1999, día en el que la casa de su abuelo fue “quemada” por sujetos desconocidos. No se pudo determinar cómo se incendió porque el abuelo, al día siguiente, barrió la escena del crimen.
“Toda la familia Miranda me falló. Godofredo no veló porque se investigara como se debía y el resto se quedaron callados. Es más, hasta hoy, yo sé que mi hija era abusada sexualmente por su padre y su abuelo”, revela Hilda Jiménez. “Me lo ha dicho gente que lo vio y lo supo. La misma persona que está dispuesta ahora a declarar lo sabe”.
La madre dice haberse enterado de esos abusos hasta después de que la niña fue asesinada. “¿Usted cree que si lo hubiera sabido o sospechado hubiera permitido que mis hijas frecuentaran a estas personas? Yo no les prestaba a mis hijas a nadie más que a su padre y a su abuela. ¡Y hasta años después me vine a enterar que abusaban de mi Katy! Para que mi Katy, Gina y yo descansemos en paz, se tiene que hacer justicia. Y seguiremos luchando por ello”.
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